martes, 31 de julio de 2012

Nuevos flyers


Pazo de Señorans




Uno de los conceptos que, según todos los expertos, más cuesta transmitir al consumidor de vinos en España, es que nuestros mejores blancos, incluidos los de añada, tienen capacidad de envejecimiento y no tienen por qué consumirse en el año siguiente al de la fecha de cosecha.
Marisol Bueno, propietaria e incansable impulsora de la bodega Pazo de Señorans en Rías Baixas, no sólo lo repite hasta la saciedad, sino que lo practica con sus excelentes blancos de albariño. De hecho, la suya fue la primera firma de Rías Baixas que apostó por criar largamente sus mejores vinos en depósitos de acero inoxidable beneficiándose del efecto protector de las lías, que no son sino los restos de las levaduras que permiten realizar la fermentación.



2005 es la añada en curso del Pazo Señorans Selección de Añada , un vino que ha envejecido durante más de 30 meses en depósito y ha tenido una permanencia relativamente larga en botella antes de salir al mercado, tiempos equiparables a los de esos grandes reservas riojanos que tanta veneración despiertan en muchos aficionados. En su caso, el contacto entre las lías y el vino ya fermentado da lugar a la aparición de nuevos aromas que aportan gran complejidad y además protegen al vino frente a la oxidación. Para Ana I. Quintela, enóloga de Pazo de Señorans, “las lías aportan una complejidad mineral que no la da el vino del año; la fruta pasa a ser una fruta de hueso y la boca se hace más grande, más gorda y sin aristas. Básicamente se trata de conseguir más paso de boca y mayor profundidad”. Hoy, este vino está considerado uno de los grandes españoles.


Aunque con unos tiempos muchos más reducidos, el trabajo con las lías es también fundamental en el Pazo Señorans de añada para conseguir las bocas amplias y de largo recorrido que constituyen el santo y seña distintivo de la bodega. El Pazo Señorans 2011, es elegante y delicado, con aromas de hinojo, toque floral y fruta blanca carnosa; glicérico, seco y serio, y con una conseguida armonía entre todos sus elementos.
Gran parte del mérito tiene que ver con la brillante gestión de más de 150 viticultores y muchas más pequeñas parcelas que conforman la realidad vitícola de una Galicia fragmentada y minifundista. Y la locura de vendimia que interrumpe la estampa apacible de la finca que adquirieron en 1979 Marisol Bueno y su marido Javier Mareque, aunque los primeros vinos no llegaron al mercado hasta 10 años después. Quienes visiten la bodega quedarán además embelesados con su precioso pazo del siglo XII perfectamente restaurado, los cuidados jardines y los viñedos emparrados que lo rodean.

Y no deberían extrañarse si les invitan a probar albariños que no son de la última cosecha. “En este momento –nos cuenta Marisol Bueno–  preferimos beber el 2010. No va a ser tan fragante, no va a tener tanta frescura, pero va ganar en boca, va a ganar en estructura, va a ganar en untuosidad, se hace un vino más complejo”.